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QUEREMOS A PETER O'TOOLE
Bueno, pues se me ha ocurrido que, además de hacer comentarios sobre pelis que veamos juntos o separados, podemos colgar más cosas aquí. Y resulta que hoy estuve hablando con un compañero del trabajo, en cuya opinión Peter O’Toole no volvió a trabajar bien después de Lawrence de Arabia. Así que me puse a repasar lo que ha hecho este señor en los últimos 47 años, y me pareció que merecía una reseña. Os cuento, y os sugiero que veáis y/o reveáis algunas de sus interpretaciones. Creo que no os defraudará. Peter O’Toole nació el 2 de agosto de 1932 (sí, dos años después que Clint Eastwood, y sólo ocho antes que mi padre, quién lo diría) en un lugar de Irlanda llamado Connemara, hijo de padre irlandés y madre escocesa. Fue educado en la fe católica, y parece ser que sigue siendo católico (nadie ha dicho que los católicos tengan que ser abstemios, después de todo). En cualquier caso, su fe no le impidió divorciarse de su mujer, con la que compartió 21 años de matrimonio y dos hijas, ni tener otro hijo posteriormente, aunque, eso sí, nunca se volvió a casar, siguiendo en esto la tradición de otro gran actor católico y alcohólico, Spencer Tracy. Por cierto, Peter O’Toole fue íntimo amigo de Katherine Hepburn, y una de sus hijas lleva el nombre de la actriz.
A los quince años dejó los estudios reglados, harto de que las monjas “intentaran quitarle la zurdez a reglazos”, en traducción bastante literal. Estudió arte dramático, y en su juventud se dedicó al periodismo. Como actor, se inició en el teatro, en el Old Vic Theatre, en el que, a pesar de compartir tablas con compañeros de la talla de Albert Finney o Richard Harris, y tras sólo cinco años, llegó a ser primer actor. En esa época interpretó el papel protagonista de “The Long and the Short and the Tall”. Cuenta Michael Caine, su sustituto en la obra, lo angustioso que le resultó estar a la sombra de O’Toole: por su calidad interpretativa, sin duda, pero también por su costumbre de llegar al teatro en el último minuto y en dudosas condiciones. En una ocasión en la que le acompañó en la juerga posterior a la representación se encontró despertando en una habitación desconocida con los zapatos y el abrigo puestos. Cuando preguntó qué hora sería oyó a su lado la cavernosa voz de O'Toole: "Eso no tiene importancia. Lo que importa es saber qué jodido día es hoy".
Para el cine, debutó en 1960 con “El robo al Banco de Inglaterra”. Ésta fue la película que vio David Lean cuando, desesperado por numerosas deserciones y negativas, recorrió todas las salas de cine de Londres buscando un actor para su Lawrence de Arabia. Parece ser que fue verlo y decidirse, y, aunque es cierto que no le quedaban muchas opciones, no cabe duda de que fue el mayor de los aciertos. El irlandés era por aquél entonces un perfecto desconocido. De hecho, O’Toole no había hecho más películas que ésta y “Los dientes del diablo”de Nicholas Ray, aquella preciosa aventura esquimal con Anthony Quinn como protagonista, y en los créditos y los carteles promocionales de Lawrence se refleja este hecho con un elocuente “and introducing”.
Es cierto que el Lawrence de O’Toole prometía una carrera que se vio en cierto modo frustrada. No podía ser de otra manera: cuando uno se estrena con una de las más grandes obras de la historia del cine, no puede esperar que el resto de su filmografía esté a ese nivel. No hay más que una de esas por cada década. La mala vida que siempre llevó tampoco ayudó precisamente, y pronto le convirtió en un actor “maldito”. Y, sin embargo, las interpretaciones inmediatamente posteriores del actor no desmerecen en absoluto la fama de excelencia que la película de Lean le había granjeado. Becket y El León en Invierno, en las que interpreta a Enrique II en dos momentos muy diferentes de su vida, son dos increíbles, dos magistrales lecciones del oficio y el arte de la interpretación. Y en las dos se batió con gigantes: el galés Richard Burton, en Becket, cuyo comedimiento realza aún más el histrionismo de O’Toole, y la maravillosa Katharine Hepburn en El León en Invierno. La dictadura de la industria hoy habría considerado una locura emparejar a un actor en la plenitud de su carrera con una actriz que le llevaba veinticinco años, y nos habría privado de un maravilloso duelo interpretativo.
El reconocimiento a su increíble modo de trabajar se ve reflejado en una apabullante lista de nominaciones: diez a los Globos de Oro (de los que ganó tres), cuatro a los Bafta (de los que ganó uno), y ocho a los Oscar, las ocho en la categoría de actor principal. Inexplicablemente, la Academia le ha negado el galardón en las ocho ocasiones, aunque sí le ha entregado un oscar honorífico a toda su carrera. Además tiene muchos otros premios y nominaciones en otros certámenes de menor repercusión, hasta un total de diecinueve premios y veinticinco nominaciones. También es Comandante de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, el máximo reconocimiento que el país vecino puede dar a un actor.
Seguir disfrutando de su trabajo es un privilegio y un auténtico placer. Todavía llena la pantalla en cada escena en la que interviene. Incluso cuando ya había dejado atrás su mejor momento profesional, y cuando la vida le había pasado cuenta de todos sus excesos (ha estado al borde de la muerte y vive con medio estómago y sólo parte de sus intestinos) nos ha regalado interpretaciones deliciosas, como el preceptor de Pu Yi en El Último Emperador de Bertolucci. Su Príamo es lo mejor de la reciente Troya, y es difícil no conmoverse cuando le ves suplicando a Aquiles que le permita dar sepultura a Hector. Su última (hasta el momento) nominación a los Premios de la Academia y a los Globos de Oro es por su trabajo en Venus, de 2006. Cierto es que también tiene una nominación a los Razzie como Peor Actor de 1984 por su participación en Supergirl, pero ni siquiera todos los bodrios en los que también ha participado pueden empañar su brillante carrera.
Aparte de las ya mencionadas Lawrence de Arabia, Becket, El León en Invierno, El Último Emperador, Troya y Venus, recuerdo ahora sus excelentes interpretaciones en La Noche de los Generales, Adiós Mr Chips, Lord Jim, Mi año favorito,…incluso en la disparatada Qué tal, Pussy Cat. Y otras películas en las que quizá no tiene un papel tan lucido, pero que no dejan de tener su encanto, como la comedia de William Wyler Cómo robar un Millón, en la que comparte cartel con la maravillosa Audrey Hepburn. No he visto El Hombre de la Mancha, el musical sobre Don Quijote en el que al parecer muestra también innegables dotes para el canto, ni tampoco La Clase Dirigente y El Especialista, que completan la lista de sus Oscar frustrados, pero dadme tiempo.
Para quien quiera saber más, y de primera mano, sobre este fabuloso actor, tiene publicados dos tomos de sus memorias y está preparando el tercero. El título podría traducirse por “Haraganeando con empeño”.
3 comentarios:
Como decía Umbral: "Por si no ha quedado claro, diré que lo amo".
Ya, ya, ahora mismo le voy con el cuento a Paquito.
Por indicación de Fernando, y para que veáis que sí es verdad que hizo más pelis que Lawrence, he cambiado las fotos, pero no me he resistido a dejar la primera (es Lawrence, después de todo) y la última (está tan guapo...)
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