domingo, 1 de abril de 2007

El Dorado


Ayer hubo reunión informal de la Benemérita Sociedad los Amigos de la Arena. La informalidad afectó sobre todo al nivel gastronómico, que no al cinéfilo, pues pudimos ver, entre bostezos de algún socio principal que apenas llega entero al fin de semana, un gran peliculón: El Dorado.
Es cierto que El Dorado sufre la competencia de los restantes Westerns de Howard Hawks, Río Rojo y Río Bravo (no incluiremos aquí la menor Río Lobo) y en especial de esta última. Si Río Bravo nunca hubiera existido (gracias Dios mío por que no haya sido así), El Dorado se reconocería como uno de las grandes pelis del oeste di tutti tempi.
Pero...a Howard se le ocurrió filmar esta recreación de Río Bravo y la comparación se hace inevitable. Que si Dean Martir, que si Robert Mitchun, que si Ricky Nelson, que si James Caan, que si Angie Dickinson, que si Charlene Holt, que si Walter Brennan, que si Arthur Hunnicutt. Y, lo cierto, es que vistos nombre a nombre los enfrentamientos creo que El Dorado sale perdiendo hasta en el de que si John Wayne, que si John Wayne. A pesar de eso, el espectador no deja de sonreir ante la solidez de los personajes y la distancia irónica desde la que se nos describen.
La historia es la prácticamente la de siempre: un pistolero que alquila su brazo al mejor postor, John Wayne, tiene un compromiso verbal con un terrateniente, Edward Asner el famoso Lou Grant, que resulta ser un malo malísimo. De esto último se entera de boca del sheriff, Robert Mitchum, antiguo amigo y compañero de aventuras. Al negarse a trabajar para él, Cole Thornton provoca una cadena de acontecimientos que le llevarán a participar en la detención y custodia del malvado terrateniente. Este argumento es paralelo a Río Bravo y a Río Lobo, pero, en esta ocasión, Thornton y sus amigos no lo tendrán tan fácil: Mitchum es un borracho en la cima de sus resacas, James Caan no acertaría con su revólver a un elefante a dos metros, Wayne sufre una periódica parálisis de su mano derecha...sólo el viejo Hunnicutt parece mantenerse en forma.
Entretenimiento de palomitas y technicolor de cuando éramos niños, El Dorado engancha y no aburre en ningún fotograma, nos da ese personaje impagable que tantas veces hiciera Wayne, y tiene una escena final (la de las dos viejas glorias patrullando la calle del pueblo muletas en ristre) que la hacen inolvidable.
Sólo una recomendación, verla antes que Río Bravo.

5 comentarios:

Michael O'Leary dijo...

Esto no para de darnos alegrías. ¿pero es que no dormís? Yo he echado una miradilla al llegar a casa antes de irme al sobre y ¡nueva entrada en el blog! Así que la celebro con un comentario. Recuerdo de El Dorado una escena en la que el letrero de un bar cae descolgado por un disparo de trabuco, perdido por lo mal que tira James Caan. Es esa, ¿verdad? También hay que verla.

El otro día vi una de las "imperdibles" de mi lista, La Señora Miniver. Si me animo le hago una reseña. ¡Buenas noches a todos!

remington steel dijo...

Pues habrá que ver Río Bravo uno de estos días. Por cierto, entre Harpo y Clark falta una chica.

Michael O'Leary dijo...

Ya he mandado mi propuesta, basada más en criterios estéticos que artísticos. Quízás debiera aparecer antes K.

Michael O'Leary dijo...

Oscar, va a haber que darte un Modesto a toda tu carrera en el blog. ¡Qué actividad! Flaca no ha tardado ni una mañana en aparecer en la galería, por no hablar de mi Meg. Creo que voy a ir escribiendo la carta a los Reyes por ti.

Carmen dijo...

Madre mia, retiro lo de que aqui no escribe nadie. Ultimamente estais de lo mas prolificos.
He de decir que el western no es lo mio, si yo hubiera estado en la proyeccion creo que tambien habriais oido mis ronquidos. Pero bueno, a cambio estoy en la tierra del western entre cactus, polvo y serpientes de cascabel, lo que tal vez pueda ser interpretado como un castiguito de Dios por mis maldades. En fin, que espero ansiosa la proxima comunicacion