viernes, 30 de noviembre de 2007

Fernando Fernán Gómez




Era yo muy pequeño, un niño, cuando vi por primera vez a Fernán Gómez. Seguro que estaba correteando por el minúsculo apartamento de Moratalaz cuando apareció aquella cara por primera vez en mi vida. Sería en el televisor de 14" donde, casi diminuto, estaría representando a un marino español, o a un joven que se abría paso por la trastienda de la historia española.
En blanco y negro, ¿cómo podría saber yo que era pelirrojo? Eso se me escapaba, seguro, pero tampoco le daría importancia, porque a mí Fernán Gómez, no me parecía nada. Era yo un niño, ya digo.
Cuando fui creciendo, Fernán Gómez nunca fue un extraño. Estaba constantemente por los alrededores, de la tele, es cierto, pero estaba. Era como los puestos de pipas, los guantes en invierno, las galletas María... Estaba. Me tardé un tiempo en hacerle entrar de verdad en mis pensamientos y, por eso, tardé mucho en admirarle. Fue en el teatro, en el Centro Cultural de la Villa de Madrid y, paradoja, él no aparecía en el escenario en ningún momento de la representación. Era Agustín González el que llevaba sobre su lomo "Las bicicletas son para el verano", pero Don Fernando, ausente, llenaba el escenario. Aquella obra me desveló a Fernán Gómez, a ese que me acompañará ya siempre.
Luego vinieron sus interpretaciones mil veces vistas, su voz inigualable, su aspecto cada vez más asilvestrado en la convicción de una vida vivida a las bravas. O así lo imagino yo.
Ahora, que ya ha pasado su momento, que Fernán Gómez no está aquí para regalarnos nada nuevo, cada vez que pienso en él le veo en su impresionante "El viaje a ninguna parte" gritando fuera de lugar: ¡Señoritoooooo! con la voz engolada. O en el casino de esa capital de provincias, dando lecciones de vida. Emboscado en su pelo enmarañado, con los ojos vivos fijos sobre la presa, con la voz rugiente y siendo, eternamente, el León de Albrit.

3 comentarios:

Michael O'Leary dijo...

Estupendo como siempre
Regards from Golan Heights!!

Anónimo dijo...

Me uno a la opinion del libanes. Estupendo articulo. Y si es verdad que formaba parte de lo cotidiano.

remington steel dijo...

Me ha encantado. Debo añadir que para mí siempre será (aunque no creo que a él le hiciera mucha ilusión) el guardiamarina de Botón de Ancla y el cura de Balarrasa. Bueno, y aquel delicioso esclavo de Stico. En cuanto a las películas que dirigió y en las que no actuó a mí me entusiasma El Extraño Viaje.
No puedo evitar imaginarlo en el hospital, soltando un exabrupto a un enfermero que fuera a cambiarle la medicación en un momento que a él le resultara inoportuno, al grito de ¡Fuera, ociosos! Ved cómo muere un león cansado de hacer el oso.