miércoles, 14 de noviembre de 2007

UN LIBRO DIVERTIDO

LAS ESTRELLAS DE HOLLYWOOD POR PETER BOGDANOVICH. T&B Editores, 2006.

Ésta es, de algún modo, la segunda parte de un libro de Bogdanovich sobre los directores de Hollywood, y, sin embargo, la primera aún no está editada en España. T&B tiene comprados los derechos y espero que lo publique, aunque supongo que dependerá de la acogida que haya tenido éste. El título original del primero era “Who the devil made it”, y el de éste es “Who the hell’s in it”, y la verdad es que me gusta mucho más que el que le han puesto en español, tan insulso. Quién demonios la hizo y Quién diablos salía me parecen buenos títulos. Es evidente que a los editores no.

Creo que, para quien le guste la época dorada del cine, se trata de un libro que cautiva desde el primer momento. Jeanine Basinger lo describe en la crítica que publicó para The Washington Post: “Con un estilo sencillo y anecdótico, el autor dispone un escenario glamouroso, establece su autoridad en la materia, sugiere una perspectiva histórica, deja caer un nombre importante… y todavía no ha terminado la primera frase”. Es una crítica halagüeña, y uno puede pensar que exagerada. Pero es literal. Bueno, casi. En realidad sí que ha terminado la frase. Porque Bogdanovich comienza su introducción de la siguiente forma: “Hace unos treinta años, en Roma, Orson Welles y yo estábamos tomando una copa nocturna en su suite del Hotel Eden.” Prácticamente todo el libro es así. Y da un poquito de envidia. El autor cuenta anécdotas, conversaciones, impresiones, de su relación con algunos de los actores más importantes del Hollywood dorado, y también de algunos otros menos importantes. Bogdanovich habla de quien él quiere, de sus ídolos y de sus amigos. En algunos casos ambas características coinciden. Pero desde luego, a todos los conoció y los trató. Sólo se permite tres excepciones en su particular galería de retratos: Lillian Gish y Marilyn Monroe, con las que coincidió en alguna ocasión, pero a las que no llegó realmente a conocer, y Humprey Bogart, al que nunca vio en persona. El libro es en ocasiones divertido, en ocasiones tierno, en ocasiones revelador. El relato de su amistad con Cary Grant, por ejemplo, es delicioso de principio a fin, y además nos presenta de primera mano una versión del mito absolutamente reñida con la que nos vende últimamente la comunidad gay. Parece ser que Chevy Chase le había llamado marica en una entrevista para la NBC. Bogdanovich nos cuenta la reacción: “Cary me dijo que no iba a dejar a Chase salirse con la suya, y le espetó una demanda. “No tengo nada contra los homosexuales”, me dijo Cary, “simplemente no soy uno de ellos”. Recuerdo que le pregunté a Howard Hawks una vez en los sesenta si había una base para el rumor de que Cary Grant fuera gay. Hawks, que había hecho cinco películas con Grant por aquel entonces, se limitó a resoplar y a arrugar la cara como si aquello fuera la tontería más grande que hubiera escuchado aquella semana. (…) La demanda de Chase se resolvió finalmente fuera de los tribunales. “Chevy no pretendía causar ningún daño” me dijo Cary. “Simplemente se portó como un estúpido. Se ha disculpado. De hecho, por supuesto, me hizo un favor.” ¿Y eso? “Llevo toda la vida igual” prosiguió Grant. “Un tipo lleva a su chica al cine y ahí estoy yo, y la chica dice que le gusto, así que el tipo dice ¡He oído que es marica! Bueno, pues me ha hecho un favor, ¿no te parece? Porque si alguna vez me paso por su ciudad, ¿quién crees que será la primera en pasarse por mi hotel para comprobar si es cierto? ¡Su chica!””. No es, desde luego, un ejemplo de moralidad, pero una se alegra de leer estas cosas. El relato de la extraña amistad que mantuvo con Grant hasta el final de su vida es delicioso y enternecedor.

Encantadoras también son sus semblanzas de James Stewart y de Henry Fonda, muy divertidas la de John Wayne y la de Marlene Dietritch, tiernas y cariñosas la de Audrey Hepburn y la de Sal Mineo, cuajadas de anécdotas personales las de Jerry Lewis, Dean Martin y Sinatra,…

El libro entero es, en fin, una delicia, y cuando Bogdanovich salpica sus narraciones con detalles como aquel en el que, parando en un hotel en Nueva York, se cruzó por casualidad en el vestíbulo con Henry Fonda y James Stewart, que salían a tomar una copa con sus mujeres, uno raya el suelo de envidia, porque en el cine de hoy ya no existe nadie con quien te puedas encontrar casualmente cuya presencia te produzca la décima parte del impacto y la emoción que te causarían ellos.

Así que, como ya empieza a ser costumbre, terminaré con una pregunta para el debate: ¿creéis que dentro de treinta años Harrison Ford, Meryl Streep, Robert de Niro, o Nicole Kidman, serán mitos con ese aura de maravilla que tienen las estrellas de los cuarenta y los cincuenta?

16 comentarios:

Michael O'Leary dijo...

Sin duda no. Si exceptuamos a Meg Ryan, claro.

Michael O'Leary dijo...

¡¡¡TECLEAD EN GOOGLE IMÁGENES "EL SECRETO DE LOS MCCAAN"!!!

remington steel dijo...

¿¿¿¿Por qué salen tres enlaces nuestros, por cierto no relacionados con "El Secreto de los McCaan"????

Anónimo dijo...

Sin duda no, pero no se por que pones de excepcion a Meg Ryan. A mi me parece muy poco glamourosa. Tal vez la actriz mas del estilo de las de antes sea Cate Blanchett. Nicole Kidman, si la fotografias sola da el pego pero si junto a ella aparecen su maridos y novios se cae con todo el equipo.
Ya me dejaras el libro Remington

remington steel dijo...

Pero no es sólo cuestión de glamour.Alguien puede ser muy glamouroso y un rey o reina de la elegancia, pero había algo más en las estrellas de cine que los convertía en mitos, en seres intocables y a la vez en gente con la que te gustaría conversar, (aunque luego en la vida real vete tú a saber). John Wayne no tenía glamour, pero era una estrella.Creo que tiene que ver dos cosas:
-por una parte, desde luego, está el hecho de que nunca hemos visto una foto de Kate Hepburn en chandal bajando al super, y de Julia Roberts sí.
-pero por otra era el contenido de las historias, lo que los convertía en héroes.

Anónimo dijo...

Hago un comentario en esta última entrada, pero es sobre el blog en general. me parece muy interesante tratar sobre cine, y tratar de recuperar los grandes clásicos y similares, de los que a veces nos olvidamos.

ENHORABUENA!

Anónimo dijo...

estoy totalmente de acuerdo con mi amigo. Hace unos días el blog nos sirvió de tema de conversación durante más de una hora!!

Anónimo dijo...

Sin embargo, mi amigo Portos y yo mejoraríamos un par de cositas.

Oscar dijo...

Encantados con las visitas y los comentarios, aunque algo más con los motes cinematográficos.
Pasando a lo constructivo/destructivo, ¿cuáles son ese par de cosillas?

Atentamente, Bisini.

remington steel dijo...

En realidad el Pirata Roberts soy yo, y lo del par de cositas sólo era un vacile, porque nuestro blog me parece perfecto, pero me pareció que los comentarios de Montoya y Montecristo merecían una respuesta a su altura.

Anónimo dijo...

¿Mejorarlo? ¿Lo decis en serio? ¡Vuestro furor es un misterio!

Anónimo dijo...

Muchacho,... no me tomes el pelo.

Oscar dijo...

Nuestro furor más bien es fulgor luterano, Umbral dixit.
¿Qué haremos ahora que se nos ha colado un bromistólogo? dudo.

firmado, Príncipe Humperdink.

Anónimo dijo...

Chicos, se impone un post homenaje. Ha muerto Fernando Fernan Gomez, un actor como la copa de un pino.

Anónimo dijo...

Y que ha estado en países tan extranjeros como Perú,Francia o los Estados Unidos, que están todos ellos lejísimos

remington steel dijo...

Pero Vadercup se escribe Buttercup, si no se pierde el sentido del seudónimo Taza de Mantequilla.