La explosión de estos tiempos viene, un poco y un mucho, por la lenta agonía del cine a manos de la red de redes. Lo que hoy se estrena, hoy se encuentra en aquella o esta página en un formato cutre que no arredra a un público muy extenso y enormemente ansioso de novedades.
Tampoco es que tenga que esperar mucho el menos escrupuloso para disfrutar de esta o aquella película con una calidad, en ocasiones, excepcional. Por todo ello, la serie emerge como alternativa real y rentable para los estudios. A la serie se la espera con ansiedad y con deseo, en formato de alta calidad y a toda pantalla de 42 pulgadas (si es que uno tiene una tele tan grande). Además, también han comprendido los estudios que hay un seguimiento del producto en la red, y cuelgan enseguida los nuevos capítulos para ser ellos quienes se beneficien de la publicidad, no los parásitos habituales.
Parece que, por fin, la industria audiovisual está entendiendo el cambio que se ha producido ya, que internet ha producido ya. Poco a poco lo va haciendo también en la música y, tiempo al tiempo, lo hará también con el mundo escrito.
Mientras seguiremos deleitándonos con el arte y oficio magnífico de los autores de series como Damages, Boardwalk Empire, Homeland (la revelación de la temporada en mi opinión), The Good Wife, Hell on Wheels y tantas otras maravillas del séptimo arte (en casa).