jueves, 22 de diciembre de 2011

El nuevo cine...que sólo se ve en casa




La fiebre de las series de televisión es muy vieja. Algunos las acaba de descubrir, como si los setenta, en los ochenta y en los noventa no hubiesen quedado atadas, al menos en nuestra memoria, a series de televisión inolvidables. Es cierto que eran menos, pero también lo eran las cadenas de televisión (o mejor, habría que decir los canales de transmisión, porque internet lo ha cambiado todo). Desde los policíacos Starsky y Hutch, Hawai 5.0 ó los Hombres de Harrelson (todos resucitados en tiempos recientes en patéticos largometrajes o series), hasta los clásicos de la abogacía La Ley de Los Angeles o Murder One (con su inefable abogado calvorota y misterioso).
La explosión de estos tiempos viene, un poco y un mucho, por la lenta agonía del cine a manos de la red de redes. Lo que hoy se estrena, hoy se encuentra en aquella o esta página en un formato cutre que no arredra a un público muy extenso y enormemente ansioso de novedades.
Tampoco es que tenga que esperar mucho el menos escrupuloso para disfrutar de esta o aquella película con una calidad, en ocasiones, excepcional. Por todo ello, la serie emerge como alternativa real y rentable para los estudios. A la serie se la espera con ansiedad y con deseo, en formato de alta calidad y a toda pantalla de 42 pulgadas (si es que uno tiene una tele tan grande). Además, también han comprendido los estudios que hay un seguimiento del producto en la red, y cuelgan enseguida los nuevos capítulos para ser ellos quienes se beneficien de la publicidad, no los parásitos habituales.
Parece que, por fin, la industria audiovisual está entendiendo el cambio que se ha producido ya, que internet ha producido ya. Poco a poco lo va haciendo también en la música y, tiempo al tiempo, lo hará también con el mundo escrito.
Mientras seguiremos deleitándonos con el arte y oficio magnífico de los autores de series como Damages, Boardwalk Empire, Homeland (la revelación de la temporada en mi opinión), The Good Wife, Hell on Wheels y tantas otras maravillas del séptimo arte (en casa).

viernes, 12 de noviembre de 2010

Saint Joan

Nuestra sociedad que es gastronómico cinéfila va a pasar a ser también narcoléptica, por lo que parece. Dos miembros abrazaron a Morfeo, uno con más pasión que la otra, no una, ni dos, ni tres, sino repetidas veces. Esto es descorazonador.
Y encima, Michael nos trae aquí las penas eternas de nuestra lucha contra el eterno enemigo, ese que nos trae a mal traer y que, si no nos trae, a peor traer vamos. Así se nos pasan los años persiguiendo inexistentes, por imposibles, Juanas de Arco y, cuando les damos alcance, se pasan la vida luchando contra el maligno y no se las ve, ni tan siquiera, la sombra del pelo. ¡Ay, Dios mio! Si es para decir aquello de ¡llévame pronto! Pero no perdamos el optimismo, que aún quedan horizontes, aunque sea allí dónde Tintín le disparaba a los antílopes y acababa con un montón para cenar.
A falta de presentación para Laura, que fue remedio de emergencia ante la negativa de cierta dama a ver dramas, pues pongo la que preparé para Sain Joan, de Otto Preminger con Jean Seberg y Richard Widmark. Ahí es ná.


domingo, 7 de noviembre de 2010

LAURA


Óscar y Micheleen Flint nos salvaron de la desaparición el viernes al mantener viva nuestra sociedad con una nueva edición de Los amigos de la arena. Unos amigos de la arena cansados, somnolientos y que a ratos no se enteraron de la película pero que estuvieron manteniendo la posición en esta reunión de despedida, otra vez, a un Michael O’Leary que siempre se está yendo.

Después de una estupenda e impactante presentación que prometía todo acerca de Juana de Arco, Saint Joan en una versión desconocida por casi todos, por mi el primero, tuvimos un cambio de rumbo y nos vimos delante de nuestra cena y de Laura, de Otto Preminger.

Por lo que a mi respecta, me parece estupendo pertenecer a una sociedad gastronómico cinéfila sabiendo tan poco de cocina como de cine: esto me permite disfrutar siempre una barbaridad tanto de las gambas al ajillo como de películas estupendas de las que uno siente la tentación de fingir que las ha visto de puro conocido que es…el título. Eso me pasa con muchísimas joyas del cine clásico, pero afortunadamente mis hermanos me las van descubriendo poco a poco.

Rodrigo de Albrit, de Arista potestad y su amigo Pío Coronado se pasan un verano discutiendo acerca de si la duda o si la vida es sueño (“¡una tabarra, Coronado!”). Preminger nos pone delante de los ojos una cosa que sí que está presente en muchas muchas vidas de la gente: los celos. ¡Pobre Waldo, que pasa de ser un dandi fantástico a un asesino demente por los celos que le provocan los juegos de Gene Tierney! ¡Pobre Dana Andrews –éste más demente que celoso, enamorado de una muerta que se había pasado la vida torturando al pobre Waldo! ¡Qué lagarta juguetona es Laura, que tortura al pobre Waldo yendo con un tipejo y con otro mientras él bebe los vientos por ella!

Y lo cierto es que la situación es tan cotidiana; ¿cuántos no hemos tenido una envidia tremenda con 16 años porque las niñas de 16 se morían por auténticos cretinos de 18? Y lo que es peor: ¿Cuántos disgustos no nos hemos llevado a los 18 cuando hemos visto que las niñas de nuestra edad se ¡morían! por los cretinazos de 20? Una locura.

¡Si nosotros habíamos leído libros, y teníamos unas notas guays y no nos castigaban, y éramos amables y, desde luego, ni se nos pasaba por la imaginación liarnos con pepita cuando estábamos saliendo con Elvirita! Bueno. Pues lo que triunfaba era todo lo contrario, macho: yo nunca lo entendí.

Ahora que nos hacemos mayores, todo ha mejorado mucho. Todas las mujeres de mis amigos aprecian mucho que yo sepa recitar poesía o que les sujete la puerta del coche, mientras que las de 22 siguen pero loquitas por los de 22. Algo debo haber hecho mal…



sábado, 9 de octubre de 2010

domingo, 13 de junio de 2010

¡TENEMOS NUEVOS AMIGOS



Echad un vistazo a los últimos comentarios. ¡Tenemos a un anónimo y un Kipling que nos visitan! Esto merece nuevos posts por parte de todo el mundo.

martes, 13 de abril de 2010

¿Y NUESTRO JUEGO?


Os recuerdo que en este blog se propuso un acertijo hace algunas entradas y nadie ha contestado correctamente... ¿A qué famoso escritor se homenajeó en este foro hace poco?

miércoles, 3 de marzo de 2010

LEÓN, EL PROFESIONAL







En la última reunión de la Sociedad de Amigos de la Arena se proyectó la película “León, el profesional” (Léon) de Luc Besson, 1994. Nuestra primera incursión en el cine europeo no ha estado, así pues, en la línea “intelectual” que cabría esperar de la industria de este lado del Charco, nada de Rosellini, Antonioni, Fellini o Visconti, nada de Godard, Truffaut o Chabrol , nada de Murnau, ni de Wim Wenders. No. Ha sido un auténtico blockbuster palomitero, del director de películas como El Quinto Elemento, Nikita,dura de matar, El Gran Azul, Fanfan La Tulipe, y Arthur y los Minimoys. Verdaderamente no es un cineasta que despierte nuetra admiración, y en esta pequeña selección de títulos es fácil encontrar un porqué. Pero esta película, que fue en su día tan bien recibida por el público como denostada por la crítica, es una excepción.

Después del último post colgado por Michael O’Leary me quedé pensando en si en León ganaban o no los buenos. Lo primero, claro está, es que no hay buenos. Porque no parece que un asesino a sueldo, por mucho que nos guste, pueda considerarse bueno. Aunque en comparación con “el malo” salga ganando por goleada. Lo cierto es que en este cuento (porque es un cuento, otra vez, ¿no?) el mercenario implacable tiene un código ético, limitado pero inquebrantable (ni mujeres ni niños) mientras que el policía corrupto es perverso hasta la exacerbación. En ese sentido el mensaje es un poco revolucionario, muy fin de siglo, por ese intercambio de papeles, esa idea de que la autoridad es pervertida, y los criminales horados. Pero dejando aparte esa observación, creo que sí podemos concluir que en esta historia ganan los buenos, o, lo que es mejor, gana el Bien. Y pensando en esto me acordaba también de Camino a Perdición. Porque en las dos películas hay un bien que preservar, y no es solamente la integridad física del niño (o, en este caso, la niña), aunque eso parezca ser el hilo argumental que conduce la historia. Lo que hay que salvar es, sobre todo, su inocencia. Esa idea, que queda tan en evidencia cuando Paul Newman le dice a Tom Hanks: “Lo único que es seguro es que ninguno de nosotros va a ir al Cielo” y éste le contesta “Michael puede que sí”, no se explicita en León hasta el final, cuando Mathilda vuelve al colegio, al lugar que realmente le corresponde, y “echa raíces”. La muerte de León nos entristece, pero es un sacrificio necesario, es una inmolación voluntaria y la única acción que puede redimir a Mathilda, y, en último término, también redime al propio León.

Así que creo que sí, que, a pesar de todo, esta película también nos gusta porque “ganan los buenos”. Pero, como solía, dejo la custión abierta para el debate.